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Venenos anímicos del líder: el agobio

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Los estados de ánimo colorean nuestro horizonte de posibilidades. Algunos, como el agobio, son venenos que reducen el mundo de posibilidades de los líderes.

Me surgió la idea de escribir sobre estados anímicos porque tanto en mi práctica de consultor, como en la formación de líderes y coaches, vemos que aparecen ciertos estados anímicos que resultan barreras para el desempeño de líderes y equipos.

Los estados anímicos son formas de la emocionalidad menos perceptibles, menos superficiales y menos agudas que sus parientes, las emociones propiamente dichas. Estas últimas son siempre producto de algún evento que las desencadena. Nos asustamos, nos alegramos o nos enojamos porque ocurre algo. En cambio los estados de ánimo son menos evidentes, son más permanentes en el tiempo e influencian la manera en la que el mundo se nos aparece, colorean nuestro horizonte de posibilidades. Los estados anímicos son sociales, se contagian, por lo que son centrales para el fenómeno del liderazgo: contagiar una visión que abra posibilidades más grandes para el líder y sus seguidores, contagiar un estado de animo que de poder. Hay una relación directa entre estado de ánimo y capacidad de liderar. Algunos de estos estados de ánimo hacen que el mundo se nos expanda mientras otros hacen que el mundo se vuelva pequeño y sin alternativas. Estos últimos, los estados anímicos limitantes, son verdaderas enfermedades endémicas en nuestras organizaciones y nuestra cultura, por lo que creo que puede ser útil, apremiante diría, comenzar a describirlos para poder distinguirlos mejor y entender de qué manera nos limitan.

En sucesivos artículos iremos describiendo diversos estados de ánimo, compartiendo algunos aspectos clave para su comprensión. Comienzo por uno muy habitual en el mundo de las organizaciones: el agobio. Veamos algunas dimensiones para observar este estado de ánimo:

  • Trasfondo interpretativo: podríamos decir que detrás de cada estado anímico hay un ¨cuento¨, una forma preferida de interpretar el mundo y las posibilidades en él. Cuando vivimos en un estado de ánimo no lo vivimos como una particular forma de emocionalidad que influye en nuestra mirada, cómo sí podemos advertirlo con las emociones (¨mejor espero que se me pase el enojo¨). Cuando estamos en un estado anímico, nos parece que vemos las cosas simplemente como son. El mundo ¨es así¨, las cosas ¨son así¨. Para quien esta dominando por el estado anímico de agobio la interpretación dominante podríamos expresarla así: La trampa del agobio queda tendida: ¨como no tengo tiempo, no voy puedo parar para reflexionar acerca de cómo podría organizar mi forma de coordinar acciones de manera alternativa porque no tengo tiempo ahora para hacerlo¨. Con lo cual, reproducimos las formas de trabajo que producen el agobio, y este sostiene nuestras formas de trabajo. Quedamos entonces atrapados en esta visión de las circunstancias.
  • Relación con la acción: en el estado de agobio la persona está muy comprometida con la acción, pero su compromiso es insatisfactorio. La acción es permanentemente insuficiente. Puede ser efectiva en lo que haga, pero sus acciones se le aparecen como condenadas a ser insuficientes. El agobiado corre detrás de los eventos, las tareas y las personas.
  • Relación con la temporalidad: los distintos estados de ánimo podríamos decir que implican adoptar un punto de vista especifico respecto de la temporalidad. Una elección de mirar las posibilidades desde el pasado, el presente o el futuro.Desde el agobio la persona mira el mundo y las posibilidades desde un presente que lo ahoga, donde llega inexorablemente tarde.
  •  Mirando desde dentro: Desde el agobio, la persona se ve por debajo de las circunstancias. Amenazada permanentemente por la posibilidad de no dar la talla, de no estar a la altura. Se ve a si misma con escaso poder, llevada por los vaivenes de las circunstancias y los cambios. No por una incompetencia, sino por la imposibilidad de atender todos los compromisos que tiene, en tiempo y forma.
  • Mirando desde fuera: Como observadores podemos ver a la persona en estado de agobio como alguien que no es competente para coordinar las acciones que le permitan administrar los compromisos que tiene entre manos y que no sabe reconocer este límite. Tampoco puede re-dimensionar su red de compromisos porque no sabe decir que no, o no sabe pedir, o no sabe reclamar, o no sabe delegar. La persona agobiada suele generar desbalances peligrosos entre su vida laboral y su vida personal que en casos extremos pueden deteriorar sus vínculos afectivos e incluso, en el mediano plazo, su salud.

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