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Qué son las competencias conversacionales

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Aquí proponemos una comprensión lingüística de la acción humana, lo que nos lleva a las competencias conversacionales como fundamento de la acción efectiva.

Es importante abordar el tema de las competencias conversacionales ya que consideramos que es en el lenguaje donde exploramos posibilidades al participar de las redes de conversaciones en las que los seres humanos inventan el mundo. Dicho de otra manera, una dimensión central de la construcción de visión se relaciona con apreciar que las redes de conversaciones de las que participamos tienen un enorme impacto en los horizontes de posibilidades que tenemos a la mano.

“La pobreza consiste en llegar tarde a las conversaciones que inventan el mundo”.

Fernando Flores

 

El lenguaje juega un rol central en los procesos de cognición humanos ya que nos permite producir un acto cognitivo básico que es el acto de distinción. Acto este mediante el cual distinguimos un ente respecto del trasfondo.

En algún sentido, decíamos, vemos solo aquello que somos capaces de distinguir en el lenguaje. Por lo tanto el lenguaje es central en nuestra experiencia del mundo. También planteamos que los seres humanos vivimos en redes de conversaciones en las que generamos la coordinación recursiva de nuestro comportamiento. De nuestras competencias conversacionales depende entonces nuestra forma de ver el mundo y nuestra posibilidad de crearlo.

Cuando nos referimos a conversaciones las entendemos como un entrelazamiento entre el habla, la escucha y la emocionalidad en el que inventamos posibilidades y las hacemos realidad. Por último, también planteamos que los seres humanos vivimos inmersos en explicaciones y conversaciones narrativas en las que emergen identidades particulares en la trama social en espacios de prácticas sociales en los que actuamos.

Profundizaremos en algunas interpretaciones que consideramos muy poderosas para el cultivo de las competencias conversacionales.

Lenguaje e interpretación

“No hay un punto de vista neutro desde el cual podamos ver nuestras creencias como cosas, ya que siempre operamos dentro del marco que ellas proveen”.

Terry Winograd & Fernando Flores

Avanzaremos ahora en un entendimiento particular acerca de la comunicación humana, para lo cual tenemos que dedicar unas palabras al entendimiento habitual de la comunicación, para después diferenciarnos de este.

Existe una interpretación muy difundida que asocia la comunicación con la transmisión de información. De acuerdo con dicha teoría, la comunicación ocurre cuando un emisor envía información a un receptor, lo cual requiere la disponibilidad de un código (el lenguaje) que permite transformar representaciones mentales del emisor en un “mensaje” que se transmite al receptor, quien debe tener la capacidad de decodificación del mensaje para reproducir en su mente la misma representación de la que partió el emisor.

Desde nuestro punto de vista esta interpretación de la comunicación produce mucho del sufrimiento, los conflictos y la falta de efectividad que muchas personas denuncian en sus vidas profesionales y personales.

La comunicación humana es, a nuestro juicio, mucho más rica y compleja que la simple transmisión de información. En rigor, podríamos decir que la transmisión de información es solo una parte, y muchas veces menor, de lo que constituye la comunicación.

Ya hemos presentado una visión alternativa de la comunicación, entendiéndola, con fundamentos en la biología, como una coordinación de acciones en la que traemos mundos a la mando. En este capítulo profundizaremos lo que podríamos llamar una gramática de la acción humana.

En este trabajo partimos de una teoría del lenguaje y la acción, que combina la orientación hermenéutica, con la teoría de los actos de habla (el análisis del lenguaje como actos significativos de hablantes en situaciones de actividad compartida). Esta perspectiva originada en el trabajo de Fernando Flores, concilia el “lenguaje como acción” y el “lenguaje como interpretación”. Esto nos da toda una base para el desarrollo de las competencias conversacionales.

La teoría clásica de la comunicación que mencionábamos antes, asume que alguien que escucha es un receptor de información que espera ser decodificada para hacer inteligible cierto mensaje, por ejemplo relacionado con una representación mental del emisor. Entendemos la escucha como un fenómeno distinto, para el cual es imposible establecer una base independiente del contexto para circunscribir el uso literal del término.

El trasfondo es central para entender el fenómeno de la escucha. Dicho trasfondo es el espacio de posibilidades que nos permite escuchar lo que fue dicho y lo que no fue dicho. En otras palabras, somos protagonistas de nuestra escucha, creando significados a partir de formas lingüísticas que gatillan interpretaciones, más que procesar datos. El trasfondo no es un grupo de premisas, es más bien nuestra orientación básica de “cuidado” por el mundo.

Podríamos decir que todo acto humano de escuchar implica dos aspectos complementarios. Una primera dimensión de registro sensible, por ejemplo oír los sonidos que emite un hablante. La segunda dimensión, está relacionada con las interpretaciones generadas por quién escucha.

Este último es el punto clave, mientras las palabras emitidas por quien habla pueden ser registradas y verificadas de manera unívoca, las interpretaciones que tenemos respecto del sentido que esas palabras tienen no es unívoco. Somos nosotros al escuchar quienes conferimos un sentido particular a dichas palabras.

Por esto, la escucha, más que un acto automático de registro de palabras pronunciadas (o leídas), es un acto interpretativo mediante el cual conferimos un sentido particular a dichas palabras. Es revelador el he- cho de descubrir que no escuchamos lo que el otro dice, sino que construimos una interpretación que nos involucra como actores de lo que es escuchado.

Escuchamos desde nosotros, desde nuestras distinciones, narrativas y estados de ánimo. Así, nada garantiza que las interpretaciones que llevaron a una persona a expresar ciertas palabras, sean las que construye quien las escucha. Hablar y escuchar son dos fenómenos diferentes.

Tomar conciencia de esta característica de la comunicación humana puede tener algunas consecuencias reveladoras y trascendentes:

La escucha no tiene que ver con el flujo de información, sino con interpretar y sintonizar interpretaciones. Tiene más que ver con construir consensos interpretativos que con intercambiar datos. Dichas interpretaciones son actos de quien escucha, vinculadas con el tipo de observador que es, expresado en sus distinciones, narrativas, estados de ánimo, prácticas familiares, etc.

Si escuchar es un acto interpretativo, entonces podemos verlo como un dominio de diseño. Podemos elegir cómo queremos escuchar, podemos adquirir distinciones para escuchar de una manera nueva, diferente. Conversar es entonces, una danza entre hablar, escuchar y emocionar en la que eventualmente se produce una sintonía interpretativa, un consenso interpretativo.

Nos importa particularmente cuáles son las formas de escuchar que posibilitan la creación de nuevo valor para quien habla (nuestro cliente). La pregunta central en este punto es: ¿Qué distinciones e interpretaciones me hacen más poderoso para crear ofertas seductoras para mi cliente?

Lenguaje y acción

“El 90% de lo que hacemos tiene que ver con las relaciones interpersonales”.

Tom Peters

John L. Austin fue un filósofo inglés que en los ’50 desarrolló el primer esbozo de una teoría de actos de habla. En su libro “Cómo hacer cosas con palabras”, su obra más influyente, este filósofo sostenía que el lenguaje no podía ser bien comprendido si no se lo entendía como una forma de acción.

Las palabras y oraciones que pronunciamos no son meros transportadores de descripciones, por el contrario configuran espacios de acción. Austin sostenía que lo central no es si las palabras y oraciones son verdaderas o falsas, sino que cuando las cosas salen mal, es porque dichas palabras son desafortunadas, infelices.

Veremos entonces los que podemos considerar elementos constitutivos de las conversaciones humanas, con los cuales describimos pero también configuramos nuestro mundo. Estos elementos se denominan actos de habla y son los que usamos para construir todo nuestro mundo social. Veremos a continuación, entonces, una taxonomía de dichos actos de habla.

Afirmaciones

Las afirmaciones son actos lingüísticos con los que expresamos en el lenguaje nuestras observaciones de hechos. Así, cuando nos referimos a las afirmaciones, se suele decir que “el mundo conduce a palabra”. Mis palabras cuando afirmo, describen hechos, que como tales serán verificables. Por esto, quien afirma se compromete con la veracidad de las observaciones descriptas.

Las afirmaciones pueden ser, entonces, verdaderas o falsas, en la medida que pueda darse evidencia de ellas a favor o en contra, y que dicha evidencia pueda ser verificada en una comunidad de observadores.

Por ende, implican un consenso social en torno a lo que constituye evidencia. Para que en una comunidad podamos compartir una afirmación tienen que darse dos circunstancias, respecto de los observadores en dicha comunidad:

Compartir la capacidad perceptual que haga a esos observadores sensibles para observar los hechos en cuestión, lo cual implica una estructura biológica común. Así, siguiendo un ejemplo anterior, los seres humanos no somos sensibles para oír en el rango del ultrasonido, de manera que no podremos tener registro de esas frecuencias. Experiencia que sí pueden tener los roedores. dado que por su estructura biológica sí pueden oír en el rango ultrasónico.

Al ser los humanos ciegos cognitivos respecto de la experiencia del ultrasonido no estaremos en condiciones de dar cuenta de hechos vinculados con el ultrasonido.

Contar con una tradición de distinciones compartidas. Como antes decíamos, los seres humanos no solo escuchamos con nuestros oídos, también escuchamos con nuestras distinciones. Así no podremos dar cuenta de hechos respecto de los cuales no tenemos distinciones.

Se dice que quienes participan de este espacio consensual, en el que se comparten capacidad perceptual y distinciones, pertenecen a una misma comunidad bio-lingüística.

Como ejemplos de afirmaciones podríamos citar los siguientes:

  • “Nuestra empresa tiene 45 empleados”.
  • “Son las 13.30 hs”.
  • “En la sala de reuniones hay cuatro personas.”
  • “La balanza registra un peso de 83 kilogramos.”
  • “El último trimestre facturamos $34.000.”

Cada vez que los seres humanos hablamos, nos comprometemos. Toda palabra que sale de nuestra boca nos compromete. Así nuestra palabra puede ganarnos la confianza de los demás o destruirla. De manera que en el caso particular de las afirmaciones podríamos decir que al afirmar algo nos comprometemos a la veracidad de lo que afirmamos. Al hecho de que lo que decimos al afirmar sea verificable. Esta es una de las competencias conversacionales: hacer afirmaciones veraces.

Declaraciones

Las declaraciones son actos de habla con los que no nos referimos a hechos que describimos, más bien configuramos una realidad al formular una declaración. En este sentido podemos decir que en las declaraciones “el mundo sigue a la palabra”.

Vamos a distinguir dos tipos de declaraciones: evaluativas y resolutivas.

Las primeras, las declaraciones evaluativas, a las que de ahora en más denominaremos juicios u opiniones, son valoraciones de hechos. Decimos que para que haya un juicio debe haber un orador quien emite el juicio y un oyente que escucha al orador emitir un juicio en torno a una cuestión.

El juicio nunca puede ser verdadero o falso ya que a diferencia de las afirmaciones no describe un hecho del que se pueda dar evidencia sino que lo valora. Por lo tanto lo que podemos esperar de un juicio es el fundamento de esa valoración. Decimos, por tanto. que los juicios pueden ser fundamentados o no fundamentados, pero nunca verdaderos o falsos.

El juicio, entonces, compromete al orador con el fundamento. Para fundamentar un juicio el orador traerá desde el trasfondo algunos elementos, compartiendo “la cocina” de la producción de su juicio:

  • Dominio: el juicio siempre se refiere a un cierto dominio donde el mismo es relevante. Si estamos haciendo un juicio sobre una persona en relación con su desempeño como deportista, ese resulta el dominio relevante para juzgarlo habilidoso, por ejemplo. Si hacemos un juicio sobre dicha persona y sus habilidades en otro dominio, por ejemplo en el de la danza, pero con hechos observados en el dominio del deporte, estamos confundiendo dominios y generando un juicio que no tiene fundamento en el nuevo dominio.
  • Afirmaciones: el juicio tiene como elementos para su fundamentación ciertas observaciones recurrentes de hechos del pasado, de las cuales se compromete el orador a dar evidencia.
  • Estándares: el fundamento se realiza al contrastar dichas afirmaciones con los estándares del orador. Los estándares son los hechos de referencia que son deseables o preferidos por quien emite el juicio.
  • Preocupaciones: el trasfondo de preocupaciones a las que el orador está lanzado son las que dan sentido al juicio. Opinamos porque no nos da lo mismo cualquier futuro. Opinamos, por ejemplo, sobre la utilidad de una herramienta porque estamos preocupados por un cierto futuro que queremos producir y pensamos que dicha herramienta nos ayudará a forjarlo.

Los juicios entonces, pueden ser fundados o infundados y surgen de una declaración en la que comparamos ciertas afirmaciones en un dominio dado, con un estándar de valoración que sostenemos dadas las preocupaciones que tenemos. Un gran número de conflictos en las organizaciones y en la vida en general, provienen de la incompetencia para distinguir juicios de afirmaciones. Esta es una de las competencias conversacionales: hacer juicios fundados.

Son ejemplos de juicios, los siguientes:

  • “Es muy tarde.”
  • “El cajero está cansado.”
  • “El paquete es demasiado pesado.”
  • “Nuestras ventas van muy bien.”
  • “Carlos tiene un físico muy musculoso”.

Las declaraciones resolutivas no son ni descripciones, ni valoraciones de hechos. A través de las declaraciones resolutivas, más bien, generamos hechos personales o institucionales al manifestar cierto propósito o intencionalidad. Cuando nos referimos a las declaraciones resolutivas decimos que crean nuevas posibilidades para una comunidad de oyentes particular.

Por ejemplo, cuando una empresa declara que cesará sus actividades en un determinado mercado genera hechos que no son preexistentes. Estos hechos pueden abrir nuevas posibilidades a un competidor o cerrarlas a un proveedor de dicha compañía.

Dado que las declaraciones no se basan en hechos, su validez (o invalidez) está relacionada con un acuerdo social en torno al poder (autoridad o fuerza) de quien declara. Una declaración es válida cuando quien declara tiene poder en ese dominio para producir las acciones que declara. Cuando declaramos también nos comprometemos con la consistencia. O sea, con la coherencia entre nuestras declaraciones y nuestras acciones. Esta es una de las competencias conversacionales: hacer declaraciones validas y consistentes.

Son ejemplos de declaraciones resolutivas (las llamaremos de ahora en más simplemente declaraciones) los siguientes:

  • “A partir de mañana me voy a levantar media hora más temprano.”
  • “Vamos a contratar un cajero.”
  • “Me voy del país para radicarme en Portugal.”
  • “Vamos a reducir nuestros gastos en un 10%.”

Consideramos que las declaraciones, al ser centrales para abrir y cerrar posibilidades en un dado espacio, son actos de habla centrales para los líderes. De hecho suele ocurrir que cuanto más encumbrado se encuentre un líder en una organización, más central es, en su trabajo, el rol de las declaraciones.

Promesas y Ofertas

Afirmaciones, juicios y declaraciones son los actos de habla a partir de los cuales marcamos la cancha donde se va a desarrollar un juego dado. Un líder observa ciertos hechos, que considera un buen fundamento para generar el juicio de que existe la posibilidad, por ejemplo, de desarrollar un nuevo negocio, y finalmente declara públicamente que creará una nueva empresa para llevar adelante ese negocio que juzga posible y atractivo.

Ahora bien, jugar el partido propiamente dicho va a implicar recurrir a otros actos de habla. Los actos de hablar orientados a la coordinación de acciones. El ladrillo básico para la producción de acción colectiva es la promesa. Veamos cuáles son los elementos constitutivos de una promesa:

Para que haya una promesa se requiere:

  • Un realizador (quien promete).
  • Un cliente.
  • Acciones futuras, que el realizador se compromete a realizar.
  • Condiciones de satisfacción, asociadas con los estándares que el cliente espera observar.
  • Plazo. una promesa implica un cierto horizonte temporal en el cual las acciones estarán ejecutadas de acuerdo a las condiciones de satisfacción acordadas.
  • Trasfondo de obviedad. Todo aquello que no se incluye en la promesa pero que se da por sentado, según las prácticas familiares de una cultura.

Las promesas, entonces, se constituyen cuando hay un acuerdo entre cliente y realizador, según el cual el cliente acepta en el momento presente, que el realizador ejecute ciertas tareas de acuerdo a ciertos estándares acordados en un cierto momento del futuro.

El inicio del proceso por el cual se constituye una promesa, puede iniciarse cuando el realizador formula una oferta. La oferta no es más que una promesa condicional, que espera la declaración de aceptación del cliente para transformarse en una promesa efectiva.

Al hacer una promesa nos comprometemos en los dominios de la sinceridad -consistencia entre lo que pensamos y lo que decimos–, competencia –capacidad para la ejecución efectiva de las acciones por parte de quien promete– y responsabilidad –quien promete tiene una historia de cumplimiento de promesas en situaciones similares–. Esta es una de las competencias conversacionales: hacer promesas competentes, responsables y sinceras.

Las promesas que establecemos son las que nos permiten tener la expectativa de que las acciones que queremos que se ejecuten y que no ejecutaremos nosotros en forma directa, efectivamente tengan lugar. Así la promesas se transforman en los elementos básicos de la producción acción coordinada efectiva.

Pedidos

Por último, una promesa también se puede establecer porque el cliente formula un pedido. Los elementos constitutivos de un pedido son los mismos que describimos antes para la promesa, pero la conversación se origina en un pedido del cliente y la promesa se establece si el realizador declara aceptación respecto del pedido del cliente. Esta es una de las competencias conversacionales: hacer pedidos llevados por un genuino interés.

Así, podemos vincular nuestra capacidad de acción con el cultivo de competencias conversacionales vinculadas a la escucha y a la impecabilidad en la ejecución de los actos del habla: afirmaciones, declaraciones, pedidos, ofertas y promesas. El juicio de confianza que los demás construyan respecto de nosotros dependerá de dichas competencias conversacionales.

Los componentes del juicio de confianza son:

  • veracidad y relevancia en las afirmaciones,
  • fundamento en los juicios,
  • consistencia y validez en las declaraciones,
  • competencia, sinceridad y responsabilidad en las promesas.

Nuestras competencias conversacionales nos permiten construir un ciclo conversacional de confianza en el caso de que nuestras acciones sean consistentes con nuestras promesas, o un ciclo de desconfianza si nuestras acciones conducen a “quiebres” (situaciones en las que consideramos que lo ocurrido no es lo que esperábamos).

Construyendo un ciclo de confianza en nuestras relaciones, a través de nuestro conversar contribuimos a incrementar la porción de nuestro esfuerzo que conduce a trabajo efectivo. Al incrementar la confianza en nuestras relaciones también construimos nuevas oportunidades para el futuro, ya que generamos un pasado de compromisos exitosamente cumplidos proyectando una identidad poderosa frente a los otros.

Lenguaje y tiempo

“Una vez que estamos en la comunidad lingüística, además estamos inmediatamente en el tiempo”.

James Flaherty

La naturaleza del ser humano según Heidegger es la de estar arrojado. Los seres humanos estamos siempre en el medio de algo que ya está sucediendo. Fernando Flores presenta un ejemplo interesante para comprender la importancia de esta noción, que compartimos aquí.

Imaginen que participan de una reunión con un grupo de unas quince personas de una organización, en la que una cuestión importante y controversial debe ser resuelta: por ejemplo la decisión de introducir un nuevo sistema informático. Usted debe mantener la reunión orientada hacia una definición productiva, decidir cuando escuchar cada punto de vista, cuando proponer algún mecanismo decisorio como el de una votación, etc; para evitar que la reunión se empantane y no de lugar a una resolución de la controversia.

Se podría hacer, siguiendo a Flores, un número de observaciones acerca de su situación:

  • No puede evitar actuar. En cada momento sus acciones afectan la situación. Si usted decide tomar distancia y sólo observar lo que sucede, eso también constituirá una acción, con ciertos efectos deseados o no. Usted no puede escapar de esta condición.
  • No puede apartarse y reflexionar acerca de sus acciones. No tiene tiempo para reflexionar acerca de la intervención que quiere tener en este preciso instante de la conversación.
  • Los efectos de las acciones no se pueden predecir. Aún teniendo tiempo para reflexionar es imposible predecir los efectos de sus acciones. Esto no implica la imposibilidad de un acercamiento analítico o racional, sino que no puede asegurar con este punto de vista que va a poder definir los cursos de acción para alcanzar sus objetivos.
  • No tiene una representación estable de la situación. A posteriori de una dada situación usted puede encontrar, por vía del análisis, que había significativos patrones en la situación, pero esta caracterización fue emergiendo como una representación a medida que la reunión se desarrollaba. La representación que tiene de la situación se va construyendo y reconstruyendo a medida que la conversación evoluciona.
  • Cada representación es una interpretación. Dicha representación de la situación no podría describirse como objetiva, otros testigos de la misma situación podrían describirla de otra forma. La representación de la situación es una construcción que usted hace y no es la única posible.
  • El lenguaje es acción. Sus intervenciones en la conversación están lejos de ser solo “aportes de información”, son acciones que contribuyen a crearla.

La condición de la existencia humana que deviene de estar en el lenguaje implica el estar en el tiempo. En todo momento estamos embarcados en ciertas actividades que comenzaron en el pasado tomando acción en el presente para producir cierto resultado en el futuro. Podríamos decir que esto es algo único de los seres humanos, vivimos simultáneamente en tres aperturas temporales.

El pasado vive en nuestro presente como una cierta predisposición cultural en nuestra apertura al mundo, que expresa en cierto modo, la tradición histórica a la que pertenecemos.

El futuro vive en nuestro presente como posibilidad a la que estamos lanzados. Miramos el futuro desde la tradición a la que pertenecemos, y esta se expresa en nuestras preocupaciones, nuestros intereses, nuestras inquietudes.

En el presente fluimos en una coordinación de acciones que producimos a través del seguimiento de actos de habla. En esta red de conversaciones inevitablemente se nos generan quiebres de los que buscamos hacernos cargo.

Puede observarse que distintas culturas pueden vivir predominantemente en distintas aperturas temporales. En algunos casos el énfasis está en la tradición mientras en otros puede estarlo en el progreso como una especial forma de valoración del futuro. Puede que nosotros mismos vivamos en una de estas aperturas más que en otras.

En un momento dado, no solo estamos abiertos, sino que lo estamos de una forma particular. A la forma en que estamos abiertos la denominamos estado de ánimo. El estado de ánimo de una persona se relaciona con la emocionalidad, pero va aún más allá, describiendo nuestra predisposición hacia el mundo, hacia el futuro y hacia los otros.

Los estados anímicos se pueden interpretar simultáneamente como fenómenos históricos, biológicos y lingüísticos. Podemos asociar un dado estado de ánimo con una disposición corporal y con una narrativa canónica. Nuestra experiencia cotidiana con personas en el ánimo del resentimiento, nos permite ver con claridad cómo este estado colorea el horizonte de posibilidades de la persona. Nuestras competencias conversacionales se entrelazan así, con nuestras competencias emocionales.

Transparencia y quiebre

“Los quiebres sirven a una función de cognición extremadamente importante, revelándonos la naturaleza de nuestras prácticas y equipamientos”.

Terry Winograd & Fernando Flores

Siguiendo la interpretación de Dreyfus y los desarrollos complementarios que hace Flores, denominaremos transparencia a la actividad no deliberativa, no pensante, no reflexiva, que fluye con un umbral mínimo de conciencia.

Este actuar en transparencia ocurre cuando fluimos en las prácticas que nos son familiares haciendo aquello que siempre hacemos al enfrentarnos con la situación que nos enfrentamos. 

Cuando estrechamos la mano de alguien que nos han presentado, no pensamos: “ahora voy a aplicar la práctica ‘saludo a desconocido’”, sencillamente lo saludamos. Por eso Heidegger dice que no nos relacionamos con el mundo de manera primaria como un espacio donde hay cosas.

Lo primario para nosotros son nuestras prácticas. Para el carpintero, dice Heidegger, lo primario es la práctica de martillar, no el martillo. El martillo y sus propiedades aparecen como objetos de atención en la medida en que haya una actividad comprometida que abre la posibilidad de la ocurrencia de un quiebre.

Entendemos como quiebre una interrupción del flujo transparente de la acción, frente a la cual no tenemos una forma habitual de responder con efectividad. Nótese que esta descripción de quiebre implica que estos no son solamente situaciones problemáticas o juzgadas como negativas, sino cualquier situación que detiene el flujo de la acción transparente y nos lleva a reflexionar acerca de las posibilidades de generar acciones efectivas frente a esa circunstancia.

Es interesante ver cómo esto se juega en nuestra relación cotidiana con las tecnologías de la información. A modo de ejemplo se podría pensar en el uso que hacemos cotidianamente de redes de equipamiento coordinadas, herramientas, dispositivos y otros elementos interconectados, que nos permiten desarrollar prácticas como la de mantener una conversación y retocar colaborativamente un presupuesto que nuestro equipo está preparando para un cliente.

En nuestro accionar cotidiano, nuestra efectividad en el uso de esta red de equipamiento se expresa en la consecución de ciertos resultados como lograr tener terminado el presupuesto en tiempo y forma, siendo que lo tenemos que hacer juntos y estamos ubicados en distintos puntos del planeta. Al desarrollar estas acciones no estamos conscientes de muchas cosas que están pasando en el trasfondo y que posibilitan dichas acciones.

Pero estas cosas que están pasando y la naturaleza de esos equipamientos y su funcionamiento son motivo de atención y reflexión cuando nos dicen: “se interrumpió el servicio de banda ancha”. Es en ese momento que comenzamos a reflexionar acerca de las características de dicho servicio, cómo lo contratamos, cómo es su funcionamiento, etc. A eso se refiere Heidegger cuando nos dice “las acciones efectivas del carpintero se relacionan con su familiaridad con la práctica del martillar y no con su conocimiento del martillo.”

Es interesante señalar que en el trasfondo de la existencia de algo que podamos distinguir como quiebre se encuentra una actividad humana comprometida con el cuidado de un interés. Existen quiebres porque no nos da lo mismo cualquier circunstancia, porque tenemos preocupaciones, porque estamos lanzados a ciertos futuros que queremos cuidar o crear.

Esto implica que los quiebres son siempre interpretaciones de un observador, acerca de una dada circunstancia y su pertinencia en función del futuro que se está creando.

Una primera forma de acción humana habitual es la acción recurrente. En estos casos podemos decir que ya existe una manera propia de nuestra comunidad para hacerse cargo de cierto dominio de intereses y quiebres que son permanentes.

De esta manera, por ejemplo, en nuestra comunidad tenemos ciertas prácticas establecidas para cuidar nuestros intereses por la salud y enfrentar los dominios de quiebres recurren- tes que aparecen en ese campo. Estas acciones recurrentes constituyen prácticas sociales que se nos hacen transparentes.

En segundo lugar podemos distinguir otra forma de acción humana habitual, la acción contingente. Esta se refiere a las formas de enfrentar quiebres para los cuales no existe una forma previamente establecida, como práctica social, para hacerle frente. Estas acciones pueden dar lugar al establecimiento de nuevas prácticas en un espacio social dado.

Develar la estructura de nuestras prácticas sociales es una poderosa vía para producir innovación.

Abrir conversaciones, abrir posibilidades

El impacto fundamental de un líder depende en una forma muy significativa de la historia particular que él o ella cuenta o encarna, y de las recepciones que esta historia tiene por parte de sus audiencias... la historia más básica tiene que ver con los asuntos de la identidad. ...Mi análisis del liderazgo tiene su foco, entonces, en las historias que los líderes representativos movilizan.”

Howard Gardner

La gestión y el liderazgo tienen que ver con la generación de acciones efectivas, que tienen su antecedente en la creación y el cuidado de una red de compromisos, producido a partir de promesas y pedidos. A estas conversaciones Flores las llama conversaciones para la acción, ellas son las que permiten crear y recrear las redes de promesas que nos permiten producir los resultados que buscamos.

Hay, sin embargo, un aspecto quizás más central del liderazgo que tiene que ver con la pregunta: ¿Con la construcción de qué redes de compromisos nos vamos a comprometer? La respuesta a esta pregunta tiene que ver con nuestra interpretación acerca de lo posible.

Esta narrativa que nos contamos a nosotros mismos acerca de cuáles son las posibilidades que tenemos a la mano, está en permanente transformación. Dicha transformación tiene profunda relación con nuestra particular apertura al mundo, con nuestra disponibilidad para escuchar, para participar de conversaciones en las que eventualmente nos apropiamos de nuevas distinciones, interpretaciones y narrativas, que se entretejen con las previas generando, eventualmente, nuevas interpretaciones respecto de lo posible.

En estas conversaciones se nos revelan también nuevas identidades en el espacio social, encarnadas en entidades que develamos como sujetos potenciales de nuestros pedidos o generadores de ofertas que recibimos. A estas conversaciones, Flores las llama conversaciones para posibilidades.

En nuestra cultura solemos entender lo posible como “algo concreto” que está ahí afuera y debe ser descubierto. De tal forma que solemos pensar en las posibilidades como algo que hay que buscar y encontrar. Desde nuestra perspectiva las posibilidades no son cosas que están ahí afuera, son nuestras creaciones, las posibilidades habitan en nuestro observar, y este se transforma al participar de nuevos espacios de conversaciones y prácticas. Por eso las competencias conversacionales son centrales para nuestras posibilidades en el mundo.

Para nuestra perspectiva, el líder tiene una tarea y una responsabilidad básica (en la que las competencias conversacionales son centrales) que consiste en preguntarse: ¿A qué nuevos mundos abrirme? ¿De qué conversaciones participar? ¿Cómo ampliar mis formas de interpretar mis circunstancias y el mundo, para ampliar mi horizonte de posibilidades? ¿Qué conversaciones y espacios me darán más poder para crear el futuro con el que estoy comprometido como líder?

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